CAMINA Y REVIENTA CINCO: ALICANTE

20 y 21 de agosto 2011, sábado-domingo

En esta ocasión somos cinco los que iniciamos la marcha: Paco López, Fernando Rodríguez, Antonio Vilaplana, Miguel López y yo mismo, Juan Olmos, y el ritual es el de todos los años: pasar por Alcoy a recoger a Antonio, cenar y a la ruta, deteniéndonos lo imprescindible hasta llegar a Unquera.

Como aquí no hay albergue, nos vamos directamente a Colombres y reservamos en el albergue juvenil “El Cantu” que, por cierto, está lleno de niños. Llueve levemente y son fiestas en el pueblo, aunque a estas horas de la mañana la gente descansa. Por otro lado, el albergue se encuentra en pleno zafarrancho y no podemos disponer de sitio hasta el mediodía, así que decidimos ir a Llanes a dar una vuelta y a comer mientras hacemos tiempo.

El único tramo de la Autopista del Cantábrico que hay sin construir es el que une Unquera con Llanes, por lo que todo el tráfico discurre por la N-634 a la que hemos de incorporarnos, y eso nos lleva 10 minutos de reloj en intentonas y una subida de adrenalina que no experimentaba desde que vi la película Alien I, y de eso hace ya ……

Es domingo y el centro de Llanes está “abarrotao”, por lo que acabamos en la Playa de Toró donde aparcamos, tomamos un pequeño refrigerio y paseamos por los alrededores admirando desde aquí parte de la ciudad y el puerto. Regresados al centro, buscamos un sitio donde comer y, mientras, vamos haciendo turismo visitando en la escollera “Los cubos de la memoria” pintados por Agustín Ibarrola y seguimos la ría hacia el interior donde se está construyendo el nuevo puerto deportivo con decenas de pantalanes movibles. Cuando esté acabado, la ría se convertirá en una calle más del pueblo.

Tras una larga espera, conseguimos comer una buena fabada en un atestado bar junto a la ría y volvemos al refugio de Colombres a tomar posesión de nuestros aposentos. En un ala del edificio, lejos del bullicio de los niños, nos han asignado una habitación para nosotros solos y nos afanamos en el aseo personal y en descansar un rato para ver luego qué nos deparan las fiestas del pueblo.

Ha oscurecido y hace fresco. En la plaza un grupo femenino de mariachis deleita a los parroquianos con sus cantos (la verdad es que lo hacen bien), echamos un vistazo y nos vamos a la terraza de un bar a cenar. Está de bote en bote y la cocina colapsada por lo que se demoran un montón, en esas se pone a llover torrencialmente y hay que esconderse. Mal panorama tenemos: atrapados con docenas de personas en un bar sin cocina, diluviando y sin cenar.

Próxima a donde nos encontramos, hay una pequeña tienda de ultramarinos que está haciendo su agosto vendiendo bebidas y hacia allá vamos. Nos abastecemos de lo necesario y en el albergue preparamos unos buenos bocatas. Será suficiente, mañana nos desquitaremos.