25 de agosto, jueves
Hemos dormido como reyes en el hotel y no madrugamos nada. Después del desayuno nos dividimos: Miguel acompañará a Fernando al centro de salud porque la pierna le sigue molestando y Antonio, Paco y yo iniciamos la ruta.
Recorremos el casco urbano de Villaviciosa hasta llegar a Valbucar, una aldea donde se cultiva ecológicamente el kiwi, pasamos por la entrada de la finca La Vega donde hay señales de varios itinerarios y tomamos un camino equivocado iniciando la “Ruta de los molinos del Río Profundo”.
Bendita equivocación. Deambulamos unos kilómetros por unos parajes maravillosos, primero junto al río y luego por un frondoso bosque, hasta que las señales nos comienzan a indicar que marchamos hacia Covadonga. Algo va mal, y se confirma cuando paramos a almorzar en el bar Casa Piloña en Breceña, caserío a unos 8 km de Villaviciosa.
Nos viene a recoger Miguel y nos situamos de nuevo en el Camino retomándolo en Peón, después del Alto de la Cruz. Desde aquí vamos alternando carreteras locales, caminos y pistas forestales hasta subir el Alto de Curbielo, ahora todo bajada divisando Gijón y por el mismo tipo de terreno, llegando a una zona residencial donde se encuentra el Camping Deva en el que hemos decidido pernoctar.
El gobierno del Principado de Asturias tiene un convenio con este camping donde se han habilitado unas cabañas de seis plazas cada una como albergue de peregrinos, y por un precio módico podemos disfrutar de sus estupendas instalaciones. Así que lo primero que hacemos es darnos un reparador baño en la piscina de agua helada que nos reduce los músculos a la mínima expresión. Todos los músculos.
Tras descansar un rato y acicalarnos, marchamos a Gijón que hoy empieza la fiesta de la sidra natural y eso suena muy bien. Paco prefiere quedarse a dormir.
La plaza del ayuntamiento, su entorno y la zona del puerto están repletos de gente, hay muchos puestos de dulces y productos típicos asturianos y el bullicio es llamativo y agradable, pero se pone a llover. Lo hace de forma torrencial aunque intermitente, lo que nos permite ir cambiando de sitio hasta encontrar nuestro hueco en unas casetas de madera en la plaza del ayuntamiento, frente al bar La Galana y a cubierto de la lluvia. De aquí no nos movemos, que nos pongan.
Las botellas de sidra y las cazuelitas de chorizo y de atún se suceden hasta decir basta. Hemos aprovechado bien la noche y ahora hay que regresar al camping. Veremos cómo.
Ciertamente complicado. Creo que llevamos casi una hora dando vueltas por una zona residencial de Gijón, por los alrededores del Hospital de Cabueñes y de la Universidad Laboral, y ya hemos pasado varias veces por los mismos sitios. Me parece que a los que les preguntamos están más perjudicados que nosotros porque con sus indicaciones nos estamos moviendo en círculo.
Por fin llegamos al camping. Ahora hay que acertar con la cabaña y acostarse sin follón, que Paco y el ciclista catalán que han puesto con nosotros deben estar durmiendo. A ver si lo logramos.
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